Tras superar las fluctuaciones del mercado, la producción porcina enfrenta grandes desafíos, muchos de ellos vinculados con parámetros de rentabilidad y mejora continua. En efecto, la bioseguridad pasa a ser una prioridad, al igual que la sostenibilidad ambiental, el bienestar animal y la disponibilidad de talento humano para operar en las granjas.
En Latinoamérica, las estadísticas reflejan un alza en el consumo, motivado a la disponibilidad de materia prima para la fabricación de alimentos balanceados. Además, en algunos países como Argentina, por ejemplo, las condiciones climáticas son favorables para satisfacer la demanda.
De acuerdo con ponencias en los principales encuentros del sector, mantener el cerco sanitario en las unidades de producción porcina, es crucial. Debido a la proliferación de agentes infecciosos, más que nunca cobra vigencia el principio de calidad total. Para ello, la tecnología ofrece grandes herramientas que permiten optimizar los procesos, con la mínima intervención humana, destinada a preservar la sanidad de los animales.
Siguiendo la premisa de que los animales sanos son los que permiten incrementar la producción, de la mejor manera, los expertos subrayan que es necesario realizar inversiones. Siguiendo un plan estratégico, es posible equipar las granjas con los implementos adecuados y así, sacarle el máximo provecho a la faena.
La automatización se ha convertido en un elemento indispensable de la innovación. Esto incluye la instalación de prácticos comederos, donde se gradúan las raciones de los animales, controles en el sistema de ventilación en las naves, al igual que los balances de humedad, temperatura y gases.
Paralelamente, en la producción porcina se aplican otras estrategias como la gestación grupal de las hembras, aparte de la elaboración de alimentos balanceados para animales (ABA) sujetos a la edad reproductiva del cerdo. Todo esto, por supuesto, vinculado con el bienestar para un manejo óptimo del rebaño, que se traduce al final, en una excelente proteína para el consumo.
Según lo expuesto en el Foro Económico Mundial, parte de las iniciativas de la industria, hoy en día, apuntan, además, hacia el uso de biodigestores. Para los productores, el equilibrio ambiental es crucial, mientras se protege el ecosistema y por supuesto, la salud de la población.
Una de las metas de producción porcina, responde a la inquietud de garantizar el abastecimiento, frente al cambio climático. Por ello, muchos proyectos en Europa integran tanto las prácticas agrícolas, como las ganaderas para reducir la emisión de los gases y el efecto invernadero.
Algunas prácticas, han sido el establecimiento de cultivos y bosques aledaños a las granjas, lo cual puede, incluso, elevar la producción en un poco más del 35 por ciento. También en algunas zonas, se ha visto la recuperación de pastos y potreros, con el fin de enriquecer el suelo y potenciar la siembra con nutrientes. De esta forma, el suministro de proteína animal sería constante, todo bajo el concepto de “producción regenerativa”.
De acuerdo con los expertos, para promover estas estrategias, es necesario ofrecer acompañamiento y seguridad al productor. Esto debido a que muchos pueden sentir incertidumbre al cambiar las prácticas y el manejo convencional que han tenido del negocio durante años.
La propagación de la peste porcina africana (PPA) ha mermado la producción en el mercado chino, causando grandes pérdidas. En Italia, Haití y Alemania también se han aplicado restricciones comerciales, mientras se consolida la sanidad de los rebaños.
Superada en gran parte la COVID-19, el mercado mundial continúa enfrentando la crisis económica y la industria porcina no escapa de esta realidad. Según datos revelados en el informe Global Pork de Rabobank (2022), el patrón de consumo ha variado y la cadena de suministro debe ajustarse a esta evolución.
Con respecto al costo de los insumos, el incremento es evidente. Así mismo, la disponibilidad de cereales implica un alto valor monetario, al igual que las tarifas por concepto de servicios (flete, energía y recurso humano) en las granjas. Por este motivo, la economía desacelerada obliga al productor a subir el costo del producto final, que pasa al bolsillo del consumidor, pese a que muchos optan por mantenerse frente a la presión del sector.
En comparación con el 2021, los analistas prevén una considerable disminución de las operaciones de importación y exportación. China ha estado en el ojo del huracán, debido a la reducción de la demanda, pues ha decidido restablecer el mercado local. En lo que respecta a Corea del Sur y Japón, la dinámica de importación será la misma, así que el reto de los exportadores es garantizar el equilibrio entre la oferta y la demanda.
En el segundo trimestre del año, las estadísticas señalan que para los países de la Unión Europea seguirá siendo un reto mantener la balanza entre el suministro y el consumo. Economistas subrayan que la disminución de la producción ha sido en un margen del 6 por ciento. Por otro lado, la industria está lidiando con la inflación y el precio de los piensos, lo que puede ralentizar la producción porcina por la tasa de cambio.
Otra de las complejas realidades del sector, es la falta del recurso humano en campo: algunas compañías han salido a flote sustituyendo la mano de obra por procesos automatizados. Sin embargo, los técnicos reúnen el perfil idóneo para calibrar los equipos y ofrecer el acompañamiento adecuado al productor.
Y en cuanto a los encargados de las granjas, los planes de formación y mejora continua permitirían incrementar la motivación para impulsar la producción porcina. Crecer profesionalmente y ejercer su carrera en la industria porcina es la meta de muchos que deciden abandonar el campo por falta de incentivos.
Frente a este panorama, durante el VII Foro Porcino efectuado en junio de este año en Madrid, los representantes de la industria manifestaron la necesidad de acercarse a los consumidores, con el propósito de explicarles el valor y las exigencias del negocio.
Con la meta de consolidad la autonomía alimentaria mundial, siguen más que nunca vigentes los parámetros de innovación, sostenibilidad y bienestar animal. De hecho, un sistema digital de trazabilidad permitirá proyectar la transparencia y confiabilidad de los procesos productivos.
En el siguiente audiovisual, Janio Lameda, consultor de empresas profundiza en lo relativo a la gerencia de granjas porcinas.